|
"Eres la mujer mas bella de mi mundo, eres mi Hada, mi ángel
esa
persona que hace milagros para mi cada día con una varita mágica llamada
AMOR."
Patricia Garza |
Hoy
regresando de nuestras vacaciones maravillosas, después de tirarme al sol, y
tirarme una gran cantidad de pasos, visitando toda nuestra cultura de la cual
me enorgullezco y soy parte.
Hemos
pasado unos días fantásticos, con charlas interminables, comidas
deliciosas, “crisis del tercer día” donde las decisiones entre
cuatro son del todo difícil pero que prevaleciendo el amor, y la comprensión
todos cedemos y simplemente nos damos cuenta que lo importantes es estar juntos
y ponernos al día, de nuestros sentimientos, y nuestros logros, después de
tiempo de no vernos.
Y para mi
específicamente, es ver en mi hija; a la Patricia de 25 años, que
sin estar consciente de que las cosas son así porque así tienen que ser, veo
como fui, y ella Obvio ve lo que será....
Y en la
amabilidad del amor, le digo lo hermosa que esta.... y ella me
contesta lo que me ha extrañado, sin meterse mucho en cuestiones de físico,
sólo su felicitación hacia mi esfuerzo de kilos bajados.
Pero me encuentro con este clarificante escrito que mi hermosa Denis compartió en su muro, y fue
como si, se me diera la herramienta exacta para compartir lo que viví cuando
viendo a mi hija en bañador y ver una hermosa mujer, es como si asomaras a la
ventana del pasado y me viera a mi misma en esa edad y con ese cuerpo fuerte y
musculoso que da el ejercicio y el estar pendiente de mi imagen.... Se los
comparto, y compartan con aquellas amigas, tías, primas, que sólo están
esperando por tener los medios e irse a reconstruir y querer verse de 25
teniendo 50.... ojalá les guste tanto como a mi...
Yo tenía
siete años cuando descubrí que eras gorda, fea y horrible. Hasta ese momento
creía que eras preciosa, en cada sentido de la palabra. Recuerdo ponerme a
mirar viejos álbumes y verte en fotos posando en la cubierta de un barco. Tu
bañador blanco sin tiras era tan glamuroso, como si fuera el de una estrella de
película. Cuando tenía la oportunidad sacaba ese bañador blanco que tenías bien
escondido en el fondo del armario y me imaginaba con él cuando fuera más mayor
y pudiera ponérmelo, cuando fuera como tú.
Pero todo
cambió la noche en la que nos vestíamos para una fiesta y me dijiste, “mírate,
tan flaca, guapa y encantadora. Y mírame a mí, gorda, fea y horrible”. Al principio
no entendía a qué te referías. “No estás
gorda”, te dije seria e inocentemente, y tú me respondiste: “sí cariño. Siempre
he sido gorda, incluso cuando era una niña.”
En los
siguientes días tuve algunas revelaciones dolorosas que han cambiado toda mi vida.
Aprendí que:
Debes
estar gorda porque las madres no mienten. Estar gorda significa estar fea y
horrible. Cuando crezca seré como tú y eso significará que seré gorda, fea y
horrible.
Años más tarde miré hacia atrás a esta conversación y a las cientos de ellas
que tuvimos después y que te maldijeron por no sentirte atractiva, segura y con
valor. Porque, como mi primer y más influenciable modelo, me enseñaste a que
creyera lo mismo sobre mí.
Con cada
mueca cada vez que te mirabas en el espejo, con cada maravillosa dieta que iba
a cambiar tu vida y con cada cucharada culpable de “realmente no debería”,
aprendí que las mujeres tendrían que ser flacas para ser dignas y respetables.
Las chicas deberán vivir así porque su gran contribución al mundo es su belleza
física.
Al igual
que tú, yo llevo toda mi vida sintiéndome gorda. ¿Cuándo se convirtió el estar
gorda en un sentimiento? Y porque creía que estaba gorda, supe también que no
valía nada.
Pero ahora
que soy mayor y que también soy madre sé que culparte por odiar a mi cuerpo no
ayuda y es injusto. Ahora entiendo que tú fuiste producto de una gran
generación de mujeres a las que les enseñaron a detestarse.
Mira el
ejemplo que te dio Nanna. A pesar de ser lo que se podría describir como una
elegante fashion victim, ella se puso a dieta cada día de su vida hasta que se
murió con setenta y nueve años. Solía ponerse maquillaje para recoger el correo
por miedo a que alguien le viera la cara sin maquillar.
Recuerdo
su respuesta compasiva cuando dijiste que papá te había dejado por otra mujer.
Su primer comentario fue, “no entiendo por qué te ha dejado. Te cuidas, usas
pintalabios. Tienes sobrepeso, pero no tanto”.
Antes de
irse, papá tampoco calmaba el tormento que sentías por la imagen de tu cuerpo.
“Por
favor, Jan”, le escuchaba decirte. “No es tan complicado. La energía interna
contra la energía externa. Si quieres perder peso solo tienes que comer menos”.
Aquella
noche durante la cena te vi poner en marcha aquella cura para perder peso que
dijo papá sobre “energía interna, energía externa: por Dios, Jan, tan solo come
menos”. Te serviste tallarines chinos. (¿Recuerdas como en los suburbios
australianos de 1980 la combinación de carne picada, col y salsa de soja se
consideraba lo mejor de la alta cocina exótica?) El resto de la comida estaba
en los platos de los demás. Tú te serviste tus tallarines chinos en un plato
pequeño.
Mientras
te sentabas en frente de esa patética cucharada de carne picada, las lágrimas
silenciosas corrían por tu cara. Yo no decía nada. Ni siquiera cuando tus
hombros empezaron a agitarse por la angustia. Nadie te consoló. Nadie te dijo
que dejaras de ser ridícula y que te pusieras un buen plato de comida. Nadie te
dijo que te quería ni que eras lo suficientemente buena. Tus logros y tu valor,
siendo profesora de niños con necesidades especiales y madre de tres hijos,
fueron considerados insignificantes comparado con los centímetros de cintura
que no podías perder.
Se me
rompió el corazón al verte perder la esperanza y siento de verdad no haber ido
en tu defensa. Ya había aprendido que era culpa tuya estar gorda. Incluso había
escuchado a papá describir perder peso como un proceso “simple” al que todavía
no podías enfrentarte. La lección: no merecías comida ni tampoco merecías
compasión.
Pero me equivoqué,
mamá. Ahora entiendo lo que se siente al crecer en una sociedad que le dice a
la mujer que lo que realmente importa es la belleza, y que al mismo tiempo
define un patrón de belleza que está completamente fuera de alcance. También
conozco el dolor de interiorizar esos mensajes. Nos hemos convertido en
nuestros propios carceleros e imponemos nuestro propio castigo por fallar para
estar a la altura. Nadie es más cruel de lo que lo somos con nosotros mismos.
Pero esta
locura tiene que acabar, mamá. Acabó contigo, acabó conmigo y acaba ahora. Nos
merecemos algo mejor, mejor que pasarnos el día amargadas por pensamientos
negativos sobre nuestro cuerpo deseando que fuera otro.
Y no se
trata tan solo de ti y de mí. También está Violet. Tu nieta tan solo tiene tres
años y yo no quiero que odie su cuerpo y que eso le lleve a suprimir su
felicidad, su seguridad y su potencial. No quiero que Violet crea que su
belleza es el valor más importante y que esta por lo tanto va a determinar
cuánto vale. Cuando Violet nos observe para aprender a ser una mujer,
necesitamos ser los mejores ejemplos. Necesitamos mostrarle con palabras y
acciones que la mujer es lo suficientemente buena siendo simplemente como es. Y
para que ella nos crea, tenemos que creer en nosotras.
Cuanto más
mayores nos hacemos, a más gente amada perdemos por accidentes y enfermedades.
Sus muertes siempre son trágicas y demasiado pronto. A veces pienso sobre lo
que esos amigos y las personas que los querían hubiesen dado por permanecer más
tiempo en un cuerpo sano. Un cuerpo que les hubiera permitido vivir un poco
más. El tamaño de tus muslos o las líneas de tu rostro no importarían. Lo
importante sería estar vivo y eso sería perfecto.
Tu cuerpo
también es perfecto. Te permite aplacar una habitación con tu sonrisa e
infectar a todos con tu risa. Te da brazos para abrazar a Violet y apretujarla
hasta que ella empiece a reírse. Cada momento que pasamos preocupándonos por
nuestros “defectos” físicos es un momento malgastado, una porción de vida
preciosa que nunca tendremos de vuelta.
Permitámonos
honrar y respetar nuestros cuerpos por lo que hacen y no por lo que son.
Centrémonos en tener una vida saludable y activa, dejemos que nuestro peso
caiga donde tenga que caer y mandemos nuestro cuerpo odiado en el pasado a
donde pertenezca. Cuando de pequeña miraba aquella foto tuya con el bañador
blanco, mis ojos inocentes de niña veían la verdad. Veían amor
incondicional, belleza y sabiduría. Veían a mi madre.
Hoy
tomando un café con mis hermanas espirituales, amigas a las que adoro y veo
preciosas, sin importarme lo que la báscula diga, te invito a disfrutar QUIENES
somos, y no COMO deberíamos vernos para ser validadas y aceptadas, hoy te
invito a hacer una lista de todos los beneficios que como mujer, tía, abuela,
hermana, amiga, maestra, mentora o sea lo que signifique tu vida, ERES.... sin
imágenes ni estereotipos, ni tallas Cero.... hoy sólo te pido que te ames, y
escuches lo que de ti misma dices, o si eres hombre, lo que dices a las mujeres
que amas, hoy te invito a poner tu CORAZÓN en la báscula, no tu CUERPO.... ¿Qué
es lo realmente importante?....
Feliz
día.... feliz finde... feliz vida!!!